innovaciones artisticas

¿Teatro erótico o espectáculos de porno en vivo?

La sexualidad ha inspirado el mundo del arte desde que se tiene memoria; son muchos los artistas de cualquier disciplina que confiesan haber creado sus mejores obras basadas en sus experiencias en relación al sexo. Se podría decir que de ahí nació el erotismo, una forma de expresar los sentimientos placenteros que el sexo producía y evocarlos en los demás; que no de compartirlos, porque para eso ya nació otra forma de expresión: la pornografía.

El teatro clásico no escenificaba ningún expresión carnal en sus escenarios (recordemos que iban vestidos con túnicas y cubiertos con máscaras), pero sus historias reflejaban todas las pasiones humanas: amor, odio, alegría, tristeza, ira, celos, venganzas… y la atracción de los amantes, por la que se rompían reglas sociales y se cometían algunas acciones que iban en contra de la ética. Conforme avanzaron los siglos la sociedad evolucionaba, pero sus reglas morales se hacían más estrictas; y todas esas emociones que inspiraban a los artistas pues no podían ser mostradas de forma abierta. Luego ciertas revoluciones del siglo pasado cambiaron algo las cosas, y como una forma de protesta algunos colectivos usaron las bajas pasiones para hacerlas evidentes en el arte; como se suele decir, sacaron las sábanas a secar al aire. ¿Y dónde deja eso al teatro actual?

¿Existe el teatro porno? Bueno, si por porno esperas ver todo aquello que muestran los videos xxx de las webs para adultos, la respuesta es no; no, al menos, en los teatros convencionales. Y, de todas formas, ni siquiera a las obras más transgresoras se les da el calificativo de pornográficas; aunque claro, alguna hay. El problema es que no parece que el público que es tan liberal incluso para reconocerte que es consumidor de porno habitual, esté preparado para contemplar sexo explícito sobre un escenario. Por mucho que nos parezca arcaico, es algo que nos gusta disfrutar en privado, ya sea practicándolo o nosotros o viéndolo por la tele o el ordenador; y mucho menos compartir sus efectos en nosotros con otros congéneres.

Sin embargo, desde hace un tiempo parece que el mundo de teatro está dispuesto a realizar producciones más rompedoras. Así, ahora podemos encontrar espectáculos eróticos en muchas de las grandes salas de teatro de muchas ciudades; en concreto, en nuestro país es pionera en ello, pero también se han apuntado otras, como Barcelona o Valencia. ¿Está el público preparado para esto? Bien, a pesar de las circunstancias que llevó a muchos teatros a cerrar durante casi dos años, las cifras no mienten: la venta de entradas ha ido creciendo tímidamente, pero con constancia. No negaré que muchos de los que acuden a ver estas obras teatrales pueden sentirse atraídos por el morbo o la curiosidad; y que algunos de ellos aprovechen para hacerse un trabajito en la oscuridad, o que se lo hagan. Pero con respecto a los actores y profesionales que colaboran en la función, hay que decir que su trabajo es impecable. ¿Podrán ver influenciadas sus carreras de mala manera por haber aceptado trabajar en estos espectáculos de erotismo? Eso el tiempo lo dirá, pero no lo toman como si hicieran algo amoral, sino como un campo más en el que incursionar en sus carreras teatrales.

Muchos calificarán estas obras como pornografía oculta, pero no sería la primera vez que ocurriera. La época del destape marcó toda una época en España; y mientras en los cines se proyectaban películas «verdes» y nuestras actrices se quitaban la ropa con total naturalidad, en las salas de teatro apareció un nuevo género: la revista. ¿Que aquello no era pornografía ni baile erótico? Bueno, las vedettes no iban precisamente vestidas de monja, ni el cuerpo de baile tampoco. Estos espectáculos, que mezclan cante y baile con alguna línea de argumentación simple, llegaron directamente desde el género de los musicales teatrales, pero ¿acaso en aquellos el vestuario era tan escaso? Vamos, que lo de calentar al personal estaba muy presente en los creadores de la revista, y desde luego no fallaron en su objetivo. De aquellos musicales salieron muchas grandes artistas, que eran buenas bailarinas y cantantes, pero oye, estaban buenas que te cagas y enseñaban carne como nadie.